Cuando en 1980, el desequilibrado Mark
Chapman asesinaba de cuatro balazos al músico John Lennon al pie del edificio Dakota
en Manhattan. La policía, luego de detenerlo y registrarlo, encontró entre sus
pertenencias, una edición de El guardián
en el centeno, un libro que hablaba sobre la azarosa vida de un joven rebelde
e inmaduro llamado Holden Caufield, quien es expulsado de una escuela universitaria
y se convierte en un icono del odio y la ansiedad adolescente. Quizás Chapman -como
toda su generación- se identificó con esta especie de antihéroe de afilados
pensamientos contra el mundo y la moral postguerra.
Narrada en primera persona, la obra
trata acerca de la visión particular que tiene su protagonista sobre sus
inquietudes y angustias, su resentimiento por el ser humano, a veces sin razón
aparente, a tal punto de deprimirse por la hipocresía que lo rodea. Pero si el
libro, convertido en una novela de culto, puede ser una rareza literaria, quizás
aún mayor sea la vida enclaustrada y esquiva de su autor, el genial J.D.
Salinger.
Nacido en New York en 1919, como
Jerome David Salinger, fue desde niño un ser tímido y solitario, lo cual, sin
duda, acrecentó mucho su autoexclusión de la vida pública. Empezó su labor como
escritor a temprana edad, quizás para aislarse de ese mundo que no lo
comprendía, entre sus primeros relatos destacan Un día perfecto para el pez banana, que luego aparecería en la
colección “Nueve Cuentos (1949)” y que trata sobre la luna de miel de un joven
llamado Seymour Glass, el cual sería su personaje fetiche, pues estaría
presente en otros relatos como: Franny y
Zooey (1961), Levantad carpinteros la
viga maestra (1963) y Seymour: una
introducción (1963).
Antes de ello, su vida daría un giro
completo al ser reclutado para combatir en la Segunda Guerra Mundial e incluso
estuvo presente en el desembarco a Normandía. Luego del conflicto armado
algunas de sus historias serían publicadas en la revista ‘The New Yorker’,
siendo una de las más populares Para Esme
con amor y sordidez, en la que narraba sus traumáticas experiencias en el
fragor de la batalla.
Sin embargo, alcanzaría gran notoriedad
con la mencionada El guardián en el
centeno (The Catcher in the Rye
en inglés (1951)), su primera novela corta, la cual, gracias a la buena acogida
de parte de los críticos literarios y del público en general, se convirtió rápidamente
en un best seller. Pero luego de
haber obtenido el reconocimiento como escritor y una gran notoriedad, Salinger
se convirtió, inexplicablemente, en un recluso de sí mismo, se desligó del
mundo exterior y entró en un completo ostracismo, rechazando entrevistas e incluso
tratando de exponerse lo menos posible, lo que en vez de apartarlo de la vida
pública, acrecentó el morbo de la gente por saber más acerca del él.
Casado tres veces, su última esposa
fue la enfermera que lo cuidó los últimos treinta y cinco años de su vida. Tuvo
dos hijos, el varón llamado Matt, es un actor esporádico, y su hija Margaret una
escritora que en el 2000 publicó: El
guardián de los sueños, donde detalla ciertas exquisiteces de su progenitor,
como su predilección por el budismo zen, su vegetarianismo, su adicción a la televisión
y la glosolalia, supuesto fenómeno de hablar una lengua desconocida mientras se
está en trance místico.
Las regalías por sus relatos, lo
llevaron a vivir en una mansión apartada, en Cornish, New Hampshire, donde
siguió escribiendo. No obstante, los paparazzis, los buscadores de autógrafos y
los curiosos, siempre hallaron el modo de llegar hasta este inhóspito lugar con
la única idea de tomarle una foto o simplemente ver a este hombre que convirtió
su propia vida en un misterio, pues tal como lo declaró alguna vez, “los
sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad
más valiosa que le es concedida”.
Su hermetismo fue total que por
décadas se especuló que había fallecido tiempo atrás. Dato que fue finalmente corroborado
el 27 de enero del 2010 a la edad de 91 años y por causas naturales.
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